La guerra y todo lo que conlleva

 

Predecir el panorama de riesgos para la seguridad internacional en 2023 es una experiencia totalmente distinta a la de 2022. En la actualidad, la política populista, las guerras comerciales y las pandemias han puesto a prueba los supuestos de la globalización de los mercados y las cadenas de suministro. Sin embargo, pocas organizaciones habían considerado seriamente el riesgo de un gran conflicto regional en Europa o Asia Oriental. En 2023, la guerra, o la posibilidad de una guerra, en varios horizontes temporales y considerando diversos desencadenantes, debería ocupar un lugar destacado en el registro de riesgos de todos.

Una preocupación inmediata es el riesgo continuo de escalada y desbordamiento del conflicto entre Ucrania y Rusia, junto con las tensiones en el Báltico y el aumento de los riesgos de conflicto cibernético. El conflicto de Ucrania también ha obligado a centrarse en una visión nueva y más amplia de los riesgos de guerra y crisis. Incluso para las empresas sin exposición física directa en Ucrania o Rusia surgieron complejos riesgos a nivel comercial, operativo, de reputación, de cadena de suministro y de sanciones.

Los líderes empresariales se preguntan cuál podría ser la próxima sacudida para la que no están preparados o para la cual no están suficientemente listos. Muchos están considerando activamente cómo serían estas repercusiones en caso de un conflicto en Asia Oriental, dado el enorme papel que desempeña la región en el comercio, la manufactura y el crecimiento mundiales. La probabilidad de que se produzca un acontecimiento de este tipo en 2023 es muy baja, pero lo suficientemente importante como para justificar la planificación que muchas empresas están llevando a cabo en la actualidad.

En medio del aumento de las tensiones geopolíticas e internas, el espectro del uso de armas nucleares pone de manifiesto otras zonas de conflicto, como Israel-Irán e India-Pakistán. El avance del programa nuclear iraní está alimentando una guerra regional a la sombra de atentados terroristas, ataques aéreos e incautaciones de buques que amenazan el comercio mundial y la seguridad energética. Es probable que Corea del Norte también vuelva a los titulares el año que viene con una séptima prueba nuclear.

Para muchas empresas, los riesgos relacionados con los conflictos son un rasgo sombríamente familiar del panorama operativo en determinadas regiones e industrias. El conflicto en Ucrania es un factor agravante en algunos lugares donde los riesgos de seguridad ya son considerables y, por ejemplo, se depende de la importación de cereales. El costo o la escasez de alimentos y energía aumentan los riesgos de malestar social, mientras que la competencia entre grandes potencias amenaza con alimentar conflictos por poderes de representación, como en la región africana del Sahel, el Mar Negro y Siria.

Más allá del tradicional riesgo de guerra, la crisis europea ha dirigido aún más la atención a las cuestiones de "desvinculación", como no lo hicieron los aranceles y el control de las exportaciones. Cuando en 2022 las tensiones en torno a Taiwán alcanzaron su punto más alto desde la década de 1990, la principal preocupación de muchas empresas era la posible pérdida de suministros de semiconductores, más que el riesgo de guerra en sí. La visita a Taiwán por parte de la Presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU., Nancy Pelosi, y la reacción de China fueron una muestra de lo que se avecina, no un incidente aislado, y la percepción por parte de las empresas de riesgos geopolíticos más concretos ha añadido urgencia a sus esfuerzos por diversificar y mitigar cualquier posible exposición.

No hace falta una guerra para que los focos de tensión afecten a los mercados y las operaciones. En el caso de Taiwán, las empresas también deben considerar escenarios de escalada más limitados –pero más probables–, como un enfrentamiento localizado o una escalada no militar grave. Incluso sin un gran impacto directo en la seguridad física, estos escenarios podrían implicar la interrupción del comercio y los viajes, ya que las compañías navieras y aéreas toman medidas de precaución; un aumento de los ataques cibernéticos; sanciones, controles de importación y exportación; así como presiones conflictivas en torno a la reputación y la regulación de las multinacionales dentro y fuera de China continental.

Al entrar en la esfera de la seguridad física, los conflictos entre grandes potencias han pasado a ocupar un lugar destacado en la agenda de los líderes empresariales, pero esta es solo la última razón para adoptar un enfoque más estratégico del riesgo geopolítico y político interno. Los riesgos de conflicto no son solo asunto de los directores de seguridad de las empresas: los focos de tensiones locales o regionales pueden tener rápidamente repercusiones mundiales, por lo que las estrategias de la cadena de suministro y del mercado no pueden desarrollarse al margen de los escenarios geopolíticos. Identificar, preparar y supervisar estos escenarios debe ser ahora parte fundamental de los procesos de planeación estratégica y toma de decisiones de las organizaciones, y no un tema de gestión de crisis localizada y reactiva.

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