Las amenazas contra funcionarios públicos, especialmente durante las campañas electorales, están aumentando en todo el mundo. Los asesinatos de políticos, disidentes, periodistas y activistas son cada vez más comunes. Las posiciones empresariales generan amenazas dirigidas a oficinas, tiendas y empleados. Las sociedades cada vez más esperan, e incluso fomentan, el uso de la violencia para ganar poder y ajustar cuentas.
Cuatro factores globales contribuirán a la violencia política en 2025:
Rivalidad geopolítica continuará socavando la cooperación antiterrorista e impidiendo soluciones a los conflictos regionales. Esto sostendrá espacios operativos permisivos y refugios seguros en estados frágiles como plataformas de lanzamiento para el terrorismo regional y mundial.
Polarización política seguirá justificando y normalizando la violencia contra "enemigos" políticos y sociales, lo que potencialmente incluirá a empresas percibidas como alineadas o aliadas con determinadas facciones o causas.
Radicalización en línea alimentada por la desinformación, las teorías de la conspiración y la incitación propagandística inspirará y motivará actos impredecibles de violencia política individual. Las amenazas periódicamente se volverán "virales" contra organizaciones destacadas en redes sociales por sus posiciones sociales o políticas.
Tecnologías emergentes como drones de bajo costo y armas impresas en 3D permitirán ataques físicos contra una gama más amplia de activos y ubicaciones. Las plataformas de mensajería cifrada y la IA generativa también facilitarán amenazas no violentas pero disruptivas, como comunicaciones hostigadoras y amenazas de bomba falsas.
Esperamos que estos factores impulsen varias tendencias de violencia política en 2025:
Reagrupamiento del extremismo islamista. La amenaza global de los grupos extremistas islamistas probablemente aumentará en 2025. El factor más significativo en 2025, y una amenaza generacional, es el impacto radicalizador de las guerras en Gaza y Líbano en los grupos militantes regionales y extremistas locales. Mientras tanto, el Estado Islámico (EI) se está reagrupando en Siria e Irak, donde la inminente retirada de las fuerzas estadounidenses probablemente eliminará una fuente clave de presión antiterrorista. Además, los grupos extremistas islamistas afiliados tanto al EI como a al-Qaida están activos en toda la región del Sahel, explotando agravios locales y llenando vacíos dejados por gobiernos débiles y ejércitos ineficaces. Los conflictos en curso en Afganistán, Yemen, Somalia y Libia continuarán incubando y proporcionando refugios seguros para los grupos extremistas islamistas.
Ataques patrocinados por el estado. La impunidad internacional y la política autoritaria están normalizando los ataques patrocinados por el estado. El tabú de larga data contra el asesinato se está rompiendo. Varios gobiernos han sido acusados de matar o intentar matar a disidentes, opositores políticos y funcionarios públicos en el extranjero en los últimos años, ya sea directamente o a través de intermediarios. Más estados también están llevando a cabo asesinatos selectivos de terroristas y otros enemigos del estado bajo la justificación de la autodefensa y la seguridad nacional. La escalada de conflictos globales en 2025 aumentaría la intención de los estados de atacar a sus enemigos en el extranjero.
Resurgimiento de la extrema derecha. Las crecientes apuestas geopolíticas en 2025 reforzarán el nacionalismo excluyente en el corazón de los movimientos de extrema derecha en todo el mundo. Los grupos de extrema derecha han ganado terreno al aprovechar el agravio cultural, la inseguridad económica y la descomposición social.
Violencia personalizada. Los actores violentos solitarios continuarán representando desafíos de seguridad únicos en 2025. Las crisis geopolíticas, económicas, ambientales y sociales, amplificadas si no simplemente fabricadas en línea, abrirán nuevos caminos de radicalización. Las operaciones de influencia cada vez más sofisticadas intentarán explotar y expandir las fracturas sociales y políticas. Los principios ideológicos y los agravios personales se mezclarán de manera inesperada y, a menudo, no anticipada, lo que dificultará la detección y prevención de ataques violentos.
Lo que esto significa para los negocios
Incluso cuando no esté dirigida contra las empresas, la violencia política afecta negativamente el panorama empresarial. Socava la estabilidad política, habilita el crimen organizado, desencadena disturbios sociales y afecta el apetito de los inversores.
Las empresas deben estar atentas al riesgo de una desestabilización repentina del entorno político y al potencial de que actos individuales de violencia política desencadenen disturbios sociales más amplios.
Además, la creciente intención de los gobiernos de atacar a sus opositores en el extranjero convierte la violencia política en un riesgo geopolítico. Las empresas pueden verse obligadas a reaccionar ante deterioros repentinos en las relaciones bilaterales que se convierten en riesgos regulatorios y de reputación.