A medida que los países se reajustan y reorientan, las empresas mundiales tendrán que prestar atención a los intereses individuales de un abanico más amplio de partes interesadas.

Dos megatendencias transversales definirán la actividad empresarial mundial en 2024: la competencia geopolítica y la localización.

La competencia geopolítica está obligando al capital a tomar partido. La localización está obligando a las empresas a cambiar su forma de hacer negocios. Ambos plantean riesgos y oportunidades de estrategia. Las empresas que se adelanten al reacomodo geopolítico serán más resistentes a las crisis; las empresas capaces de localizar sus operaciones tendrán más éxito y, lo que es más importante, cumplirán mejor las normas. En un panorama geopolítico fragmentado, las empresas globales que quieran seguir siéndolo tendrán que sobrevivir a nivel local.

La competencia entre EE. UU. y China, la pandemia por la COVID y la guerra de Ucrania desencadenaron una serie de esfuerzos en cascada para "reducir el riesgo" de las cadenas de suministro y las operaciones comerciales. El estallido del conflicto entre Israel y Hamás planteó nuevos riesgos operativos y de seguridad para las empresas.  Ningún gobierno desea depender de sus rivales, actuales o futuros, para obtener bienes esenciales cuando sobreviene una crisis, y ninguna empresa puede permitirse depender de un único punto de su cadena de suministro. Todos los campos están optimizando su resistencia geopolítica.

Las políticas que promueven o exigen la localización van en aumento. Entre ellas se incluyen los requisitos de contenido local, las adquisiciones "locales", las leyes de privacidad de datos, las normas de productos, los mandatos de indigenización, los aranceles y cuotas, y las subvenciones. (Además, incluyen presiones informales para adaptar las operaciones empresariales a las sensibilidades locales o arriesgarse a reacciones sociales y políticas en contra).

La localización es una combinación de premios y castigos, a menudo bajo la rúbrica de políticas industriales resurgentes o estrategias de seguridad nacional. En muchos casos se trata de reforzar o reclamar la soberanía económica: obtener una "parte justa" de los recursos naturales o proporcionar empleos manufactureros de buena calidad. Estos nobles motivos pueden no facilitarles la vida a las empresas, pero brindan más información sobre el cambiante equilibrio de poder en la economía mundial.

Esta tendencia a la localización tiene un motor imprevisto: la tecnología emergente. Del contenedor marítimo al Internet: la tecnología al servicio de la globalización. Hoy en día, la competencia geopolítica por controlar tecnologías avanzadas o sensibles, desde la IA hasta los VE, está desgarrando los hilos del comercio y la inversión transnacionales. La presión para adaptar los productos y las operaciones a los mercados locales aumenta a medida que los gobiernos intentan reforzar la capacidad de resistencia y ampliar su porción de las cadenas de valor mundiales.

Las empresas operan en un panorama geopolítico más fragmentado y multipolar. Las potencias medias, desde los países BRICS hasta los Estados del Golfo, que son capaces de realizar transacciones más allá de las divisiones geopolíticas son cada vez más influyentes y están más expuestas a la competencia geopolítica.  Observe cómo el conflicto entre Israel y Hamas, al igual que el conflicto entre Ucrania y Rusia, rápidamente se convirtió en un escenario para rivalidades estratégicas. 

La guerra entre Hamas e Israel, y la respuesta regional, son un ejemplo de cómo este reacomodo puede tanto generar conmociones como mitigar riesgos. El ataque de Hamas a Israel fue en parte una reacción a una posible normalización diplomática entre Israel y Arabia Saudita. La respuesta regional se ha caracterizado por el deseo de asegurar que el conflicto no revierta los logros políticos y diplomáticos conseguidos arduamente gracias a las relaciones mejoradas entre Arabia Saudita e Irán, y entre los Emiratos Árabes Unidos e Irán. 

Las Potencias Medias también se encuentran entre las economías de más rápido crecimiento y los mercados más atractivos de cara al 2024. Las potencias medias desean reformas a las instituciones mundiales, el reconocimiento de los objetivos de desarrollo y una nueva distribución del poder mundial. Estos países están utilizando su poder financiero y de mercado para cambiar el ecosistema mundial del comercio, el desarrollo y la fabricación. También necesitan inversión extranjera, transferencia de tecnología y conocimientos especializados de categoría mundial, que los lleven tanto a la mesa de negociaciones como al podio.

El mundo seguirá estando muy integrado en 2024, pero la globalización no tendrá el mismo aspecto que antes. El comercio y la inversión fluirán cada vez más a lo largo de líneas geopolíticas. Las normas basadas en bloques crearán nuevos efectos de red para las empresas. Las políticas de localización obligarán a las empresas a rediseñar sus operaciones y cadenas de suministro.

En 2024, en lugar de apoyarse en estrategias tradicionales y formas conocidas de hacer negocios, las empresas tendrán que adaptarse a un mundo multipolar en el que las geopolíticas y las políticas nacionales a veces se alinearán, pero a menudo entrarán en conflicto. Habrá oportunidades para las empresas que entiendan esta dinámica.

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