La exigencia de que muchas empresas se pongan al día en sus necesidades de adaptación al clima nunca ha sido tan apremiante, sin embargo, el apoyo financiero de los gobiernos para lograrlo será escaso y la competencia geopolítica dificultará cada vez más el acceso a suministros críticos.

Las alteraciones provocadas por el cambio climático serán el principal multiplicador de amenazas del 2024. 

Los fenómenos climáticos, que en sí mismos constituyen un enorme desafío operativo, tendrán repercusiones cada vez más diversas, que van desde la interrupción de la cadena de suministro hasta la migración. Desde un punto de vista crítico, el cambio climático seguirá exacerbando los desafíos actuales relacionados con los conflictos, la inestabilidad política, el proteccionismo económico y muchos otros. 

El año que viene se producirán fenómenos climáticos cada vez más frecuentes y graves, causados o intensificados por el cambio climático y otros fenómenos naturales importantes, aunque no estén relacionados, en particular el fenómeno El Niño. De acuerdo con la ONU, los últimos ocho años han sido los más calurosos jamás registrados a escala mundial, y todo apunta a que 2024 no será diferente. Esto hace cada vez más probable la confluencia de fenómenos meteorológicos simultáneos en todo el mundo, con el potencial de afectar drásticamente al entorno empresarial. Los niveles de riesgo operativo serán más altos que nunca. 

Los gobiernos ofrecerán poca ayuda financiera para contribuir a esta adaptación. Las restricciones fiscales, la polarización política y las prioridades geopolíticas contrapuestas significan que el sector privado asumirá gran parte de la carga en relación con las transformaciones de las infraestructuras y la tecnología. La mitigación del cambio climático seguirá siendo un reto en 2024, obstaculizado por la inacción colectiva y la creciente competencia geopolítica. Es poco probable que la COP28 en los EAU cambie las reglas del juego en la implementación de las agendas climáticas, ya que la financiación sigue siendo un tema polémico. El mercado de los minerales críticos, cada vez más tenso, marcado por los intentos de múltiples potencias de asegurarse las cadenas de suministro, es un claro indicio de que la competencia geopolítica será un riesgo importante para la transición energética mundial. A medida que los países y bloques de países se esfuerzan por mejorar su posición en el tablero de la transición energética, las empresas se verán expuestas a considerables riesgos regulatorios, incluidos los relacionados con los controles a la exportación, las restricciones comerciales generales y los requisitos de contenido local.

Los reguladores añadirán complejidad al desafío. A pesar de los crecientes intentos de armonizar los requisitos, como los relativos a la divulgación de información sobre el clima, la arquitectura mundial para la descarbonización sigue siendo defectuosa e inconsistente. Los actuales sistemas de compensación de las emisiones de carbono, que no han funcionado casi desde el principio, son un buen ejemplo de ello, y ponen de relieve la necesidad de que las empresas hagan un esfuerzo adicional para garantizar que sus estrategias de reducción a cero sean sólidas y resilientes. El reglamento cada vez más estricto en materia de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés), liderado principalmente por la UE, así como la creciente reacción violenta de EE. UU. (país donde será un tema candente en la campaña electoral) en contra del ESG, significan que las empresas tendrán que navegar por una delgada línea entre la presión de cumplimiento y la exposición a la reputación entre los escépticos de los criterios ESG. La entrada en vigor de la Directiva de la UE sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD, por sus siglas en inglés) significa que casi 50,000 empresas estarán sujetas a la obligación de informar, entre ellas varias no pertenecientes a la UE. Las principales normas de divulgación del Consejo de Normas Internacionales de Sostenibilidad (ISSB, por sus siglas en inglés) también entrarán en vigor en enero de 2024, y la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) de EE. UU. también lanzará sus muy debatidas normas de información sobre el clima. Los problemas de fiabilidad de los datos en materia de los criterios ESG persistirán y exacerbarán los desafíos de la divulgación, ya que las empresas siguen luchando con información como la relativa a las metodologías de contabilidad del carbono. A falta de coherencia regulatoria o de una visión global de la transición energética mundial, las empresas tendrán que apostar por los combustibles y los sistemas energéticos del futuro, lo que puede poner en peligro sus planes de descarbonización y su existencia a largo plazo si se equivocan de apuesta. 

2024 será el año en que muchas empresas tendrán que tomar decisiones difíciles que equilibren el pragmatismo con la visión de futuro, y que probablemente determinarán su reputación y rentabilidad en los años venideros.

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