Desafío, desvinculación y resolución de conflicto en la relación entre EEUU y China

 

La relación entre Estados Unidos y China supone el mayor riesgo geopolítico para las empresas en 2023. El conflicto entre Estados Unidos y China sigue siendo muy improbable en 2023, pero la competencia y el enfrentamiento se trasladan del ámbito comercial y tecnológico al ámbito militar. Ninguna de las partes busca ni está preparada para un conflicto militar en 2023, pero ambas se esfuerzan por estar listas para cuando se presente una crisis. Esto incluye la planificación militar, el trabajo diplomático previo y el condicionamiento político interno.

Durante el 2023, las empresas también deben estar alertas ante la posibilidad de un accidente o un error de cálculo que involucre buques militares estadounidenses y chinos que operan cerca de Asia. La frecuencia de este tipo de operaciones aumenta las probabilidades de que se produzca un incidente, lo que exigiría una diplomacia cuidadosa para evitar que se convierta en una crisis de seguridad. Los canales para la resolución de conflictos entre ambas potencias son menos eficaces de lo que solían ser, lo que dificulta dicha diplomacia.  

A falta de un conflicto activo, las empresas en 2023 deben dar seguimiento a los esfuerzos concertados para desvincular las cadenas de suministro críticas, que no harán sino acelerarse a medida que China y Estados Unidos asimilen e interpreten las lecciones del conflicto en Ucrania. Una de las lecciones es que los imperativos políticos e históricos pueden anular fácilmente la interdependencia económica que se supone debe disuadir los conflictos. Otro es el riesgo de depender excesivamente de rivales geopolíticos para obtener insumos críticos, algo que varias empresas tecnológicas chinas conocen demasiado bien. El conflicto también esbozó un conjunto de estrategias que probablemente guiará cualquier futura confrontación en Asia, particularmente, de qué manera Estados Unidos podría tratar de utilizar su dominio financiero, su ventaja tecnológica y su sistema de alianzas para obtener ventajas geopolíticas.

Con una serie de políticas industriales e iniciativas internacionales, Estados Unidos está cumpliendo sus promesas de reubicar y establecer industrias estratégicas en su propio territorio o en países amigos; es el caso de las industrias de semiconductores, las baterías para vehículos eléctricos y los minerales esenciales. Ello está restringiendo el acceso de China a la tecnología, los mercados de capitales y las oportunidades de inversión, así como la capacidad de las empresas estadounidenses para invertir en tecnología avanzada en China. Otros países de Occidente se están sumando a un escrutinio más profundo de los proveedores con sede en China. Las leyes transfronterizas de protección de datos no se quedan atrás.

Del mismo modo, China se apresura a trasladar su dominio de la industria manufacturera hacia lo más alto de la cadena de valor y a alcanzar la autosuficiencia en tecnologías críticas, especialmente con respecto a los semiconductores avanzados. Las nuevas leyes y normativas pretenden disuadir del cumplimiento de las sanciones de Occidente y otras medidas. Tras décadas de estar a la expectativa y ocultar su poderío, China está ampliando de forma asertiva su huella diplomática y de seguridad global, desafiando las posiciones de Estados Unidos en el África subsahariana, América Latina y Oriente Medio.  

Las empresas estadounidenses, chinas y de otras multinacionales, muchas de las cuales llevan años contemplando con inquietud estas tendencias, dedicarán el 2023 a actualizar y acelerar su planificación estratégica partiendo de que diez años se han convertido en cinco, y cinco en dos. La creciente preocupación por las perspectivas de crecimiento de China también ha restado brillo a las perspectivas de inversión.

El deterioro de las relaciones garantiza que la mayoría de las restricciones bilaterales relativas a comercio e inversión impuestas durante la guerra comercial entre Estados Unidos y China desde 2018 seguirán vigentes en 2023, lo que ejercerá una presión continua sobre las decisiones en materia de inversión. También es probable que las recientes medidas estadounidenses dirigidas a la tecnología avanzada provoquen un descenso de la inversión estadounidense en China, especialmente en sectores hasta ahora en boga, como el análisis de datos y la inteligencia artificial. Asimismo, las restricciones políticas y los riesgos políticos percibidos seguirán disuadiendo la inversión china en Estados Unidos. La aparición de dilemas normativos y de cumplimiento para las empresas que intentan hacer negocios en ambos países parece más cercana que nunca. 

No obstante, la desvinculación selectiva no significará un desacoplamiento total. El aumento de las tensiones bilaterales no afectará a todas las empresas por igual. Los sectores estratégicos y de alta tecnología de ambos países se enfrentarán a riesgos políticos crecientes; muchos otros sectores menos sensibles seguirán operando en condiciones normales. 

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