Cuba 2018: Qué esperar mientras el mandato de Castro llega a su fin.

Cuba 2018: Qué esperar mientras el mandato de Castro llega a su fin

14/01/2021 | Simon Whistler

Si todo sucede como se espera, el 24 de febrero de 2018 será un día trascendental en la vida de muchos cubanos. En ese día, 10 años después de haber asumido oficialmente el cargo de su hermano Fidel, el presidente Raúl Castro prometió renunciar al poder, lo que marcará la primera vez que muchos en la isla conocerán a un jefe de Estado sin su famoso apellido. Fidel fue presidente entre 1976 y 2008, y antes de eso había ostentado el principal poder detrás del trono desde la revolución cubana de 1959. Casi 60 años de gobierno dirigido por los Castro, que finalmente terminará.

Para muchos cubanos, independientemente de sus lealtades políticas, el apellido Castro ha representado a su país, para bien o para mal. Raúl abandonando el cargo, tras la muerte de Fidel en noviembre de 2016, será sin lugar a dudas un momento sumamente simbólico y generará mucha incertidumbre.

Esto no pasa desapercibido para las autoridades cubanas. El estado cubano se ha estado preparando para ese momento desde 2013, cuando Raúl anunció por primera vez su intención de dimitir. No hay duda de que la entrega del poder será cuidadosamente coreografiada en público, el gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC) pretende demostrar que el funcionamiento del país continuará como siempre.

Sin embargo, esto no hará mucho para frenar la conversación, especialmente en torno a la gran pregunta de qué implica una Cuba sin Castro: ¿cuáles son las perspectivas de reformas políticas y económicas en la isla? La respuesta fácil es que en el término inmediato, probablemente muy poco cambiará. La verdadera respuesta a esta pregunta es más compleja. El eventual sucesor de Raúl, el estado de la economía, las presiones sociales y, quizá en el tiempo, las relaciones con los Estados Unidos, desempeñarán un papel importante en su definición. Inevitablemente, poco se resolverá hasta que Raúl deje la presidencia.

El siguiente en la lista

La sabiduría percibida tiene al tecnócrata no militar Miguel Díaz Canal como el más probable sucesor de Raúl. En los cincuenta, Díaz Canal marcó una clara ruptura con la generación dirigida por Castro, de figuras revolucionarias que han dominado la política cubana en las últimas seis décadas. También ha sido central en los pasos de Cuba hacia una economía más basada en el mercado.

Sin embargo, el hecho de que su nombre aparezca tan fácilmente en la discusión sobre los sucesores deja un cierto espacio para la reflexión. Históricamente el régimen cubano ha jugado sus cartas cerca del pecho, con pocos realmente al tanto de los pensamientos de los principales tomadores de decisiones en su ápice. No sería de extrañar que la presunta coronación de Díaz Canal el próximo año resultara ser una cortina de humo para un candidato completamente diferente.

Incluso si Díaz Canal es el hombre que da el paso adelante, ¿qué poder o, de hecho, deseo- tendrá de dar sus propios pasos y llevar a Cuba por un camino más liberal? La vieja guardia militar, encabezada por Raúl y José Ramón Machado Ventura, actual segundo secretario del PCC, seguramente conservará su autoridad tras bambalinas. A pesar de la inclinación tecnocrática de Raúl, muchos otros de la vieja guardia se han mostrado menos entusiastas con los recientes pasos para liberalizar elementos de la economía. Sin un Castro a cargo, y con la percepción de un presidente más flexible con Díaz Canal en su lugar, la oposición contra más cambios podría fortalecerse.

Eso evidencia que hay divisiones dentro del PCC sobre la dirección futura del país. Pero estas divisiones no son lo suficientemente grandes como para ocultar el objetivo común del partido: retener el poder y retener el control de su destino. Tecnócrata y no militar, pero Díaz Canal es un elemento leal del PCC. Es absurdo creer que él sería automáticamente un agente de cambio político sólo porque no es un Castro o porque es parte de una generación más joven de líderes.

Es la economía, iluso

De hecho, el desempeño de la economía y la capacidad del estado cubano para mantener su contrato social básico con la población son los signos más probables de futuros cambios estructurales. En casi cualquier escenario, hay pocas perspectivas reales de que el régimen haga retroceder las tentativas de reformas económicas de los últimos años; todos menos los ideólogos más ciegos se han dado cuenta de que el Estado simplemente carece de los recursos para manejar todas las facetas de la economía. Aunque todavía están controlados, los bolsillos de la empresa privada y la inversión extranjera crecerán en el tiempo.

Hay pocas dudas de que la economía está enfrentando una presión significativa mientras su principal patrocinador, Venezuela, implosiona. La economía cubana se contrajo un 0,9% en 2016, cuando Venezuela redujo las exportaciones de petróleo a la isla y la exportación de capital humano de Cuba en la otra dirección -principalmente en forma de médicos y enfermeras- fue severamente reducida. Los esfuerzos para atraer una mayor inversión extranjera directa han sido tortuosamente lentos en su ejecución. Si estos patrones continúan (y hay pocas señales de que Venezuela, en particular, se recupere pronto), la tensión de las finanzas públicas comenzará a ser crítica.

Eso no importa tanto en términos de tasas de crecimiento oficiales, sino más en términos de la capacidad del Estado para asegurar que puede proporcionar los servicios básicos sobre los que siempre ha establecido su autoridad moral y política. Es por ello que una serie de cortes de energía en 2016, a raíz de las menores importaciones de petróleo de Venezuela, han causado tal inquietud; eran un recordatorio profundamente incómodo del llamado "período especial" de principios de los años noventa, cuando el colapso de la Unión Soviética suspendió la línea de vida económica de Cuba.

También es importante el contexto de desigualdades cada vez más visibles y divisiones regionales. Diferentes clases están surgiendo: particularmente entre aquellos que tienen acceso a divisas, ya sea a través de sus empleos o a través familiares en el extranjero, y los que no tienen. Estos últimos continúan sobreviviendo dentro de los limitados confines de la economía local. Estas diferencias se intensifican entre las zonas rurales y urbanas: la bulliciosa capital de La Habana es cada vez más un punto focal de los "ricos", el campo de los "pobres".

El reto que viene

En última instancia, este el desafío clave que enfrenta el gobierno cubano antes de la transición presidencial y más allá: entregar la economía en una condición resiliente y en los propios términos de la isla, así el sucesor de Castro tendrá un mayor margen para ignorar las demandas de un cambio político, todavía pequeñas en la isla. Una economía fracturada y un contrato social fallido, por otro lado, significan dificultades por delante.

Esto no necesariamente se llevaría a cabo en forma de disturbios generalizados o de llamamientos inmediatos a las libertades políticas - todavía hay poco apoyo para sostener tales movimientos. Pero, quizás más peligrosamente para el PCC, esto daría lugar a un sentido más profundo de desilusión pública con un Estado que no ha cumplido sus promesas. Sin una red de seguridad castrista a la cual recurrir, los fundamentos de un movimiento de reforma popular pueden surgir.

¿Un boom de negocios?

Las empresas que esperan que una China o Vietnam del Caribe aparezca dentro de un año estarán decepcionadas. Las condiciones no estarán maduras para una apertura masiva del mercado cubano. Díaz Canal, o quien sea el sucesor de Castro, seguramente continuará con la actual vía de reforma cubana, con mayor o menor urgencia según dicte la situación económica. Pero el régimen sigue temeroso de abrirse demasiado rápido, demasiado pronto, debido al impacto percibido que tendría sobre la unidad social y, en última instancia, sobre la capacidad del PCC para mantenerse al mando.

Esto lentamente traerá más oportunidades para el inversionista perspicaz, pero las realidades de hacer negocios seguirán siendo complejas. El régimen cubano seguirá siendo lento en su toma de decisiones y continuará sumiendo a los inversionistas en lagunas de trámites burocráticos. Mientras tanto, el embargo estadounidense -que probablemente no será levantado este año o el próximo- continuará creando obstáculos legales tanto para empresas estadounidenses como extranjeras. Aunque 2018 trae esperanza para un futuro mejor a largo plazo, la sombra de los Castros se mantendrá en Cuba. Los sedientos de una Cuba libre, económica y políticamente, tendrán que esperar un poco más para saciar su sed.